La empresa farmacológica está reclutando ahora 500 voluntarios que a diferencia de los primeros podrán participar de los test desde sus domicilios, sin necesidad de estar en una unidad dispuesta para tal fin, como sí lo estuvieron quienes formaron parte del grupo inicial del examen.
De esta segunda fase también participa el Instituto de Biotecnología de la Academia de Ciencias Médicas Militares después de que los datos preliminares de la primera etapa indicaran que era seguro proceder, de acuerdo a información de South China Morning Post.
La noticia sobre la obtención de una vacuna que podría ser “exitosa” contra el coronavirus COVID-19 fue informada por el régimen chino el 17 de marzo pasado. Ese día el Instituto Militar anunció que se iniciarían las pruebas en un grupo reducido de voluntarios para comprobar que el tratamiento pudiera ser efectivo contra la nueva cepa.
El primer grupo de voluntarios estuvo compuesto por un total de 108 personas, todas residentes de Wuhan, en la provincia de Hubei. Ese número se dividió a su vez en tres conjuntos de examinados, quienes recibieron diferentes dosis de la nueva vacuna: alta, media y baja. El tratamiento concluyó el 2 de abril último y estaba destinado a evaluar su efectividad y seguridad.
Aquel grupo que recibió una alta dosis fue el que experimentó efectos adversos, sobre todo temperaturas mayores a los 38 grados. En ellos, la fiebre irrumpía a partir de las 24 horas. Este tipo de raciones serán dejadas de lado para la nueva etapa.
En cambio, quienes fueron inyectados con dosis medias y bajas, no presentaron dificultades de ningún tipo, según información oficial reproducida por la revista Science. En la nueva fase de pruebas sólo se darán estos dos últimos tipos de tratamientos, en un universo mucho mayor y más representativo para avanzar en la cura. De acuerdo al reporte, 250 voluntarios percibirán una dosis media, 125 una dosis baja y otros 125 un placebo.
Las fases de prueba
Según informó CanSino y el Instituto Militar que estuvo coordinando las tareas de investigación, la primera etapa constó con la participación de un número reducido de personas sanas para demostrar que el producto que estaba evaluándose sea seguro. La segunda, en tanto, tiene en cuenta a cientos de voluntarios para observar la seguridad y efectividad y así estar en condiciones de trazar un plan de vacunación. Por último, la tercera fase -de desarrollarse con éxito las otras dos- involucra a más voluntarios para permitir que los científicos comprendan mejor la capacidad protectora de la vacuna.
Pero no todos pueden ser parte de este experimento. Aquellos voluntarios que quieran someterse deben tener entre 18 y 60 años y sin antecedentes de infección por coronavirus. Es decir, sanos, sobre todo teniendo en cuenta que todos forman parte de la comunidad de Wuhan, el epicentro de la pandemia.
En la primera fase, se observó a los voluntarios durante 14 días en una instalación construida especialmente para estos ensayos clínicos. Sin embargo, a partir de ahora, los voluntarios podrán ser controlados y monitoreados a la distancia y con visitas a sus propias viviendas. Los investigadores los visitarán el primer día, el día 14, el día 28 y el sexto mes después de la inyección. En cada una de los encuentros se les sustraerá sangre para realizar los debidos análisis.
La droga fue desarrollada en el espacio de un mes por un equipo de investigación liderado por la médica militar Chen Wei, reconocida por su estudios sobre los virus del SARS y del ébola. De hecho, parte del trabajo estuvo basado en el estudio de vacunas existentes contra esta última enfermedad. “La vacuna es el arma científica más poderosa para terminar con el coronavirus”, había dicho Chen, de 54 años, en una aparición ante la cadena china CCTV, cuando se conoció el flamante experimento.
La carrera por la vacuna
El inicio de los exámenes comenzaron en China luego de que los Estados Unidos anunciaran que ya estaba en camino una vacuna y que ya había iniciado las pruebas en voluntarios. A las pocas horas de conocerse, el régimen presionó a sus científicos para que aceleraran los procesos y dieran también la buena nueva.
El COVID-19, como se identificó a la enfermedad provocada por de este nuevo coronavirus, se originó en noviembre pasado en Wuhan y a partir de entonces se extendió a todo el mundo convirtiéndose en pandemia de acuerdo a la Organización Mundial de Salud (OMS) el pasado 11 de marzo.
“Ordenaron a científicos militares chinos ganar una carrera mundial para desarrollar la vacuna contra el coronavirus”, es el título que acompaña la nota de la periodista Minnie Chan en el South China Morning Post en la que denunció la presión a la que son sometidos los laboratoristas chinos. El martes 17 de marzo, a las pocas horas de que un laboratorio norteamericano y la Casa Blanca anunciaran las pruebas, la televisión estatal CCTV anunció que la Mayor General Wei -conocida como la “Terminator del ébola”- y la Academia Militar de Ciencias Médicas (AMMS) habían sido autorizados a comenzar con las pruebas luego de haber efectuado un desarrollo “exitoso” de la vacuna. La Comisión Militar Central (CMC) fue la encargada de emitir las órdenes a los laboratoristas.
“Si China es el primer país en inventar un arma así y logramos nuestras patentes, eso demostrará el progreso de nuestra ciencia y la imagen de un país gigante”, había confiado Chen cuando se dio a conocer el inicio de las pruebas de vacuna.
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