Caso Maldonado: se quiebra el pacto de silencio y los gendarmes que reprimieron se acusan entre sí

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Caso Maldonado: se quiebra el pacto de silencio y los gendarmes que reprimieron se acusan entre sí
Tres semanas han pasado desde la desaparición de Santiago Maldonado tras una violenta represión de Gendarmería en la Lof Cushamen del Chubut contra integrantes de la comunidad mapuche. No hubo avances en la búsqueda ni compromiso del gobierno para tratar de encontrar al joven.


Pero el avance del tiempo conspiró contra el pacto de silencio que la fuerza de seguridad mantuvo hasta ahora para evitar quedar expuesta, a pesar de que las evidencias sobre su responsabilidad en el secuestro y posterior desaparición de Maldonado son abrumadoras.

Aquel primero de agosto participaron de la represión los escuadrones 36 de Esquel a cargo de Juan Pablo Escola, el 35 de El Bolsón al mando de Fabián Arturo Mendez y el propio jefe de gabinete de Patricia Bullrich Pablo Noceti. Todos estaban supervisados por el comandante de la agrupación 14 de Chubut Conrado Balari.

Hoy, se sabe que cuando se les consulta sobre los pormenores de aquella jornada los gendarmes de uno y otro escuadrón se acusan entre sí. El propio titular del Escuadrón 36 Pablo Ezequiel Badié se desligó de su participación y acusó directamente a sus colegas del Escuadrón 35.

Pero el titular de ese escuadrón Fabián Mendez también se escudó en el silencio ante el público, aunque trascendió que ante funcionarios de la provincia de Río Negro dijo que los únicos que pueden contar en detalle lo que pasó aquel día  es el Escuadrón 14 de Chubut. Precisamente el acta del operativo lleva la firma de Juan Pablo Escola, del escuadron 36.

Nadie habla, todos los protagonistas buscan eludir las responsabilidades que tuvieron aquel dia pasandose “la pelota” de un escuadrón a otro, mientras Santiago Maldonado sigue siendo la víctima del accionar de la institución, no importa el escuadrón que haya intervenido. Son todos responsables.

Por estos días el clima gélido de Esquel y El Bolsón está enrarecido. El grueso del personal de los escuadrones 35 y 36 son de aquellas dos ciudades donde casi todos se conocen. Y muchos suboficiales, la mayoría muy jóvenes, recibieron en sus casas llamadas telefónicas de sus vecinos para repudiar la desaparición de Santiago.

Desde ese fatídico martes la vida cotidiana no les resulta sencilla. Las recriminaciones y el rechazo hacia ellos son constantes. Eso les explota en cualquier esquina, en la tienda del barrio y cuando llevan sus hijos a la escuela, con sus consiguientes secuelas anímicas. Para colmo, la única “contención” que reciben en el cuartel son presiones y advertencia por parte de sus oficiales.

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