Ya en el cuarto y en medio de desaforados efluvios eróticos, la mujer comenzó a practicarle una felación y lo hacía tan bien, al parecer, que el hombre no pudo contenerse; pero tan grande y potente fue la eyaculación que la dama se ahogó con ella, literalmente.
Impotente para resolver el ahogo, el amante no tuvo mejor idea que llamar por teléfono ¡al marido de la mujer!, a quien le relató lo que sucedía ante sus incrédulos ojos: "Yo estaba tan desesperado que tomé el teléfono celular de ella y llamé a su marido y le dije todo", relató el individuo a las autoridades policiales.
El marido, también incrédulo, se resistió a aceptar aquellos lamentos. "Lloré y grité por teléfono: corré, vení que tu esposa se está muriendo atragantada con mi semen", declaró haberle dicho el amante al esposo, quien recién tomó conciencia del hecho cuando desde el hotel alojamiento lo llamaron para comunicarle la muerte de su infiel esposa.
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