La nota, de cuatro párrafos, tenía una advertencia similar a la recibida por varios mayoristas durante la última semana.
Su texto es muy claro y describe a la perfección el panorama -cada vez más complejo- del sector comercial, donde empieza a tomar forma el escenario más temido: el corte de la cadena de pagos.
El mail en cuestión les avisó a los clientes que para recuperar el cheque rechazado (el documento físico) antes debían regularizar lo adeudado mediante una transferencia bancaria.
Sería formalismo si no fuera porque la medida se toma en medio de un fuerte crecimiento de los cheques rechazados por no tener los fondos suficientes para acreditar.
En los primeros cuatro meses de 2018, la cantidad de cheques rechazados llegó a 550.000, unos 87.000 más que en el mismo lapso del año pasado.
En total acumularon un monto de $21.000 millones, un volumen 50% por encima al del primer cuatrimestre de 2017. En el último año, la inflación se aproximó al 25%.
Lo que viene sucediendo en las últimas semanas en el sector comercial no se diferencia demasiado de lo ocurrido cada vez que hay una devaluación que acrecienta el clima de incertidumbre, fogonazo inflacionario y la consecuente caída del consumo.
Algunos pormenores que caracterizaron a los comercios estas últimas semanas:
1.- Con el salto del dólar, algunas fábricas -sobre todo de alimentos y de productos de higiene- recibieron pedidos extras por parte de sus clientes como forma defensiva ante el incremento de valores.
2. – Lo que esos comerciantes no previeron era que sus ventas caerían. En algunos casos se habla de un verdadero desplome, y que entonces ahora no pueden hacer frente a las mayores compras de productos.
3.- Aquellas compras de tipo “defensivas” para adelantarse a los aumentos quedaron impagas en muchos casos. A eso se debe el incremento -al menos en parte- de la cantidad de cheques rechazados
4. En ese contexto fue que las empresas que buscaban sacarse de encima stocks y hacerse de efectivo “invitando” a sus clientes a adelantar compras a precios “viejos”, ahora terminaron enredadas en una estrategia en la que se quedaron sin los productos y sin el efectivo.
5.- Algunos fabricantes líderes implementaron una nueva modalidad: acortaron los plazos de pago de la mercadería. De los 30 días (máximo) que se permitía hasta la devaluación, la redujeron a la condición de 4 a 12 días.
El índice de confianza al consumidor (ICC) cayó 21% en relación a mayo del año pasado y 10% respecto de abril último.
Este es un dato a tener muy en cuenta. Más allá de las encuestas de opinión pública, es el primero que refiere directamente al impacto que puede estar teniendo la turbulencia cambiaria en los bolsillos del público. Y en el ánimo.
De ambas variables se nutre la expectativa que motoriza a la economía. Nada menos.
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