Por cadena nacional, el 31 de octubre de 1991, y rodeado de un gabinete que incluía, entre otros, a Domingo Cavallo, Guido Di Tella, Eduardo Duhalde y José Luis Manzano, Menem anunció el paquete desregulador. Las juntas nacionales de carnes y granos, creadas durante la crisis económica de los años 30, y que regulaban los precios en el mercado interno, fueron borradas de un plumazo.
A nivel macroeconómico, se determinó que no habría más cupos de producción en las economías regionales ni precios de referencia. “Sin regulaciones absurdas, sin trabas improductivas, sin papeleos, sin poner un chaleco de fuerza a la creatividad, la inteligencia, la iniciativa de cada uno de nosotros” el país cambiaría, prometía Menem.
Los cambios del menemismo afectaron la vida cotidiana de toda la población. Se autorizaron negociaciones salariales por empresa y dejaron de regir los aranceles de los colegios profesionales. Además, los supermercados fueron autorizados a vender medicamentos y terminaron las restricciones horarias en los comercios. Cualquier persona pudo acceder a la propiedad de una farmacia. Se estipuló que bonos y títulos no pagarían impuesto a las ganancias.
“Continuamos hoy un cambio histórico que no va a defraudar las expectativas de una sociedad dispuesta a construir su destino de grandeza”, aseguró Menem, 40 días después del triunfo electoral que colocó a Duhalde en la gobernación bonaerense, durante la luna de miel con el plan de convertibilidad. “Les pido que me sigan acompañando en esta epopeya cotidiana. El milagro argentino depende, hoy más que nunca, de cada uno de los argentinos”, cerró Menem. La Bolsa saludó las nuevas medidas con una suba del 7 por ciento y los radicales sólo criticaron que el paquete fuera por decreto y no a través del Congreso. Una década más tarde, el experimento terminó en un estallido. Casi tres décadas después, Cambiemos retoma la idea de la flexibilización detrás de un párrafo plagiado.
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