Durante una misma semana aparecieron dos noticias, en dos lugares muy distantes del planeta, pero con rasgos comunes y con el mismo título: "El Mejor Jefe del Mundo". La primera tiene antecedentes.
Dan Price, dueño de Gravity Payments, decidió en abril de 2015, aumentar los sueldos de US$ 70.000 anuales y empezar a cobrar él mismo una cifra igual. Meses más tarde, los empleados decidieron ahorrar en conjunto para regalarle un modelo de auto especial valuado en la misma cifra que el nuevo sueldo: US$ 70.000. El momento de la entrega y la sorpresa fue filmado por una de las empleadas, donde se ve a Price muy emocionado, a punto de llorar.
La otra noticia tuvo lugar en la India, donde un empresario de aquella nacionalidad, dueño de Hare Krishna Exporters, dedicada al comercio de diamantes y textiles, decidió darle a sus empleados más destacados un premio importante. Se trata de 400 casas para igual cantidad de familias y otros 1260 autos, por lo que se verán beneficiados 1660 empleados que obtienen una remuneración entre 150 y 900 US$ mensuales. El año anterior, se habían entregado 200 casas y 1716 joyas como premio.
El dueño de la empresa, Savjibhai Dholakia, es de origen muy humilde. Llegó a la ciudad de Surat en transporte público en1977, con algo menos de 2 dólares en el bolsillo. Naturalmente, hoy es multimillonario.
Estos hechos, conectados entre sí bajo un mismo nombre, "el mejor jefe del mundo", tiene muchas facetas, a pesar de que la primera impresión sea que efectivamente lo son. Podrían calificarse así porque reparten las ganancias y los beneficios que reciben a partir de la rentabilidad de sus empresas. La conclusión sería, entonces, que para ser mejor jefe hay que repartir dinero. Es un concepto erróneo, porque para ser el mejor jefe no es suficiente, sino que debe venir acompañado de otras acciones que no son cuantitativas, sino actitudes y valores también visibles, pero no transformables en moneda.
"La plata no hace la felicidad", dice el refrán, al que siempre se le agrega, por lo bajo: "pero ayuda". Hay verdad en ambas frases. Estos dos empresarios, de distinto origen, optaron por el reparto. En el caso de Price , quien llegó a ser tapa de una de las revistas de negocios norteamericanas más reconocidas, el agradecimiento de sus empleados comprueba que el acto tuvo consecuencias sorprendentes. El automóvil tiene un valor simbólico mucho mayor que su costo.
Con menor repercusión, tal vez por su ubicación geográfica, llegó la noticia de Savjibhai Dholakia, pero resulta fácil inferir que goza de un reconocimiento similar, o tal vez mayor, dadas las condiciones de su contexto social.
Se define como "noticia" a aquel acontecimiento que tiene características excepcionales y es relevante para la comunidad. Las acciones de Price y Dholakia cumplen con estos requisitos. Es el conocido efecto que se ha dado en llamar "el derrame", tan escasamente visto.
Cualquier economista encontraría razones de sobra para alentar acciones como las descriptas hasta aquí. Podríamos invertir los términos, casi rozando la ciencia ficción, poniendo todo al revés respecto de como está. Imaginemos un mundo en que las decisiones de Price y Dholakia son algo frecuente, hasta tal punto que no podrían ingresar al circuito de las noticias. Las fotos de tapa estarían destinadas a aquellos que no hicieron reparto alguno, a pesar de obtener ganancias fabulosas. Entonces sí, habremos de estar a las puertas de un mundo mejor.
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