No se trata de una súbita sensibilidad social del régimen oligárquico, sino de la necesidad imperiosa de adelantar bálsamos para el descontento social que crece al ritmo de una recesión que se profundiza y una inflación que en febrero rozó los 4 puntos, pero que fue todavía mayor en alimentos, es decir mayor para el bolsillo de la mayoría de la población. Según estimaciones privadas, en el primer bimestre el aumento de la canasta de aliementos fue del 8,75 por ciento. La respuesta del gobierno coincide, casualmente o no, con el urgente “hagan algo ya” que el trabajador anónimo “Dante” le reclamó a Macri cara a cara.
En medio de la profundización de las revelaciones sobre el comportamiento mafioso que hermana a una parte del poder político con el judicial, los servicios de inteligencia de varios países, especialmente uno, y la prensa hegemónica, sumado al nuevo tono de barricada de la novel “crispación” oficialista, el anuncio pasó casi desapercibido. Sólo fue corrido por derecha por el senador opoficialista Miguel Pichetto, quien vio “kirchnerismo blanco” en la medida. Cómo tradicional gestor de los intereses empresarios, la irritación pichettista responde a que en la práctica cotidiana del mercado el aumento de la AUH funciona como una suba del piso del salario.
Para el oficialismo puro, en tanto, haber pasado de la promesa de la revolución de la alegría y el presunto gradualismo al súper ajuste abierto elevado a nivel de virtud, con los rostros adustos y a los gritos, más la profundización de la llamada “grieta” como principal propuesta para la campaña 2019, fue un dato fuerte. En este nuevo contexto se entiende que el simple aumento de la AUH en 850 pesos no haya sido suficientemente ponderado, al menos por ahora. Sin embargo, aunque aparezca como una gota de agua en la tormenta, la medida conserva los efectos macroeconómicos positivos que pueden esperarse de un aumento de los ingresos de los sectores populares: no sólo porque calmará los ánimos, sino porque impactará en la demanda y el consumo frenando, aunque sea en el margen, la recesión. Por supuesto también aporta a la baja de los agravados indicadores de indigencia y pobreza, ya que ambas se miden por ingresos.
En su momento, junio de 2018, la consultora pxq, que dirige el economista Emmanuel Álvarez Agis, había considerado que este resquicio dejado por el primer acuerdo con el FMI significaba “un as bajo la manga” para la acción política de Cambiemos. Si se mira desde mediados del año pasado hasta las elecciones de octubre próximo, al poner la carta sobre la mesa en marzo el gobierno jugó como un tahúr. Bueno, no tanto, el momento elegido era cantado. Las estimaciones privadas adelantaban que los picos negativos del programa de ajuste diseñado por el FMI se alcanzarían precisamente a partir de marzo. Vale la pena recordar lo analizado por pxq. La consultora previó que el margen dejado por el Fondo, una salvaguarda de desvío del gasto del 0,2 por ciento del PIB únicamente para destinar a seguridad social, permitiría aumentar la AUH en un 43 por ciento. El cálculo era para 2018 sobre la base del 0,5 por ciento del PIB gastado en la AUH en 2017. Esta medida es la que ahora dispuso el gobierno, su versión 2019 de “anarcocapitalismo con rostro humano”.
El aumento de la AUH supone una inyección adicional a la demanda de 3.400 millones de pesos mensuales
La pregunta que sigue es cuál será el impacto real de la mejora sobre el ingreso de los hogares. La AUH llega a 4 millones de beneficiarios, lo que supone una inyección adicional a la demanda de 3.400 millones de pesos mensuales. No obstante, el conjunto de los beneficios sociales representa solo alrededor del 10 por ciento de la masa salarial, por lo que la buena noticia debe contextualizarse.
Si bien los ingresos seguirán por debajo de 2017, habrá una leve mejora contra 2018.
Para saber qué sucederá con la masa salarial total debe considerarse la evolución de la inflación, que en el mejor de los casos, sin cisnes negros, tendrá un piso del 35 por ciento, los aumentos de las jubilaciones, que reflejan la inflación con un semestre de retraso, y los ajustes salariales conseguidos en paritarias, que dadas las actuales relaciones de poder no recuperaran lo perdido en 2018, aunque los mayores aumentos llegarán estacionalmente en el segundo semestre. Sobre la base de estos tres factores se espera entonces un comportamiento dispar a lo largo del año. Para la oficialista Fundación Mediterránea, por ejemplo, durante la primera mitad del año no podrá evitarse una caída interanual de ingresos de los hogares de entre el 6 y el 7 por ciento interanual, un panorama que se revertiría en la segunda mitad, la de las elecciones, con una suba interanual estimada en torno al 10 por ciento, especialmente porque se comparará contra el deprimido segundo semestre de 2018. Si bien los ingresos seguirán por debajo de 2017, habrá una leve mejora contra 2018.
Recortando solamente el efecto de la mejora de la AUH, entonces, la única carta fuerte dejará gusto a poco en el promedio, pero impactará en los deciles inferiores de ingresos, “contendrá por abajo”. No obstante esta contención también evitará el desastre de los indicadores sociales pues permitirá exhibir un número de pobreza entre 2 y 3 puntos inferior al que se tendría sin la mejora, números que de todas formas no evitarán que la pobreza se mantenga por arriba de los 30 puntos.-
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