Para el Gobierno, lo peor no pasó ni está pasando: lo peor todavía está por venir

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Para el Gobierno, lo peor no pasó ni está pasando: lo peor todavía está por venir
Una sombra espesa y amenazante comienza a desplegarse sobre el escenario que había imaginado el Gobierno para este año. La suba de precios del 3,1% en julio acaba de certificar que ni un milagro podría impedir que la inflación de 2018 resulte inferior al 30%, o sea, que no trepe por encima del doble de la que había estipulado el oficialismo cuando retocó las metas. Hay quienes dicen que, aún confiando en que el dólar deje de moverse bruscamente, esa cifra podría rondar el 35.


Es cierto que Mauricio Macri puso en marcha desde que llegó al poder un plan para bajar los subsidios en los servicios después de más de una década de dejadez, pero no es menos cierto que los números podrían reflejar en diciembre una inflación mayor a la que dejó Cristina Kirchner, que ya era una de las más altas del mundo.

También las cifras de pobreza acechan al macrismo. Aquella baja de marzo al 25,7%, que marcó una merma de casi cinco puntos, pasará al recuerdo en la próxima medición. Mauricio Macri abrió el paraguas el viernes, pero no develó su principal temor: que el nuevo registro, que se conocerá el 27 de setiembre, supere incluso la pobreza heredada de la era K.

A un año de las primarias, la geografía económica sucumbe el relato de comunicación y estrategia del macrismo. Ese relato siempre se ancló en que “las cosas no están bien, pero estamos haciendo lo que hay que hacer para que puedan estar mejor”. Nadie podría no coincidir con que la población, en buena medida, creyó en en esa tesis. Hace apenas un año Cambiemos ganó las elecciones legislativas con un promedio nacional superior al 40% de los votos.

Hoy, sin embargo, las encuestas que circulan en el mundillo político sostienen que la curva de los argentinos que creen que su situación mejorará el año próximo se ha inclinado para abajo. El miedo a perder el empleo irrumpe en todas las mediciones. Y los vaivenes del dólar acompañan de fondo cualquier discusión pública. ¿Hasta dónde se seguirán incrementando los precios de los productos de primera necesidad? ¿Hasta qué punto los salarios perderán la carrera en la mayoría de los gremios?

Los cuadernos de Oscar Centeno dispararon una inédita investigación sobre la clase política y empresaria y tal vez en el corto plazo también se traslade a la propia Justicia. El Gobierno recibió con beneplácito el despertar de las investigaciones, aunque, ciertamente, el Gabinete ha ido postergando el sarcasmo con el que al principio se refería al tema puertas para adentro para darle paso a la preocupación. El “qué chorros que eran, se robaron todo” mutó a “ojo con el impacto que esto podría tener en la economía”.

En el universo Cambiemos predomina la idea de que un país sin justicia no permitiría dejar atrás décadas de corrupción, aunque esto provoque dolor y sufrimiento, al decir de Elisa Carrió. Esa corriente liderada por la diputada y que es mayoría porque también adhiere buena parte de la plana del Ejecutivo cree que los resultados no se verán en el corto ni en el mediano plazo.

Eso provoca una especie de pánico entre quienes piensan que, en este contexto, el año que viene habrá que afrontar las elecciones. En lo inmediato, por ejemplo, muchos advierten que los bancos serán muy reticentes a financiar los proyectos de Participación Público-Privada (PPP) con los que la Casa Rosada asegura que mantendrá viva la obra pública.

El modelo económico ha ingresado en una zona por demás oscura. Si el gradualismo fracasó y ahora la aceleración del ajuste post acuerdo con el FMI significa para la imagen presidencial un fenómeno que solo conlleva pérdida de imagen, es válido que muchos se pregunten, incluso quienes quieren que a Macri le vaya a bien por convicción o porque creen que cualquier otra opción sería peor para el país, hacia dónde se dirige.

“No estamos en condiciones de determinar cuándo pegará la vuelta la economía”, admite un funcionario importante del ministerio de Hacienda que se había entusiasmado con los números del primer trimestre. Parece tan lejano aquel momento: la economía crecía a un ritmo del 3,6%, la exportaciones rondaban el 10 y la inversión el 18. Fue un veranito.

La pelota, en general, se ha venido pateando invariablemente para adelante desde el 10 de diciembre de 2015. Siempre lo mejor estaba por venir. Alfonso Prat-Gay, el ex ministro de Hacienda, auguró en su momento que los primeros logros se verían en “el segundo semestre”. Hablaba de 2016. En aquel momento también dijo que la inflación sería del 17% en 2017 y del 5 en 2019. Los errores no terminaron con la salida de Prat-Gay: desde entonces los pronósticos inflacionarios no han dejado de fallar.

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