Las cifras publicadas ayer dan cuenta de la existencia de 1.149.000 personas sin empleo. Cuando ese dato se proyecta a la totalidad de la población urbana, la cantidad de desocupados asciende hasta 1.600.000 individuos. El apagón estadístico dispuesto por el organismo que encabeza Jorge Todesca imposibilita la comparación con el mismo período de 2016. La tasa de empleo, la cantidad de ocupados en relación a la población total encuestada, fue 41,3 por ciento. Si bien no es posible realizar la comparación interanual, es el más bajo desde 2006. “Los datos de la desocupación son los mismos que vienen hace mucho tiempo, están siempre oscilando entre el 7 y el 9 por ciento, y esto no es una novedad”, consideró el ministro de Trabajo, Jorge Triaca (ver aparte). El funcionario no sólo desestimó el impacto de la recesión sobre el desempleo sino que consideró que “costos laborales no salariales”, como las contribuciones patronales y aportes personales, y la “industria del juicio” son los principales impedimentos para que “muchos trabajadores accedan a un puesto de trabajo”. La historia argentina evidencia que las políticas diseñadas para atacar esas supuestas trabas no sólo no promovieron la creación de empleo de calidad sino que desfinanciaron los sistemas de la seguridad social en un contexto de crecimiento de la informalidad.
El informe publicado ayer por el Indec sostiene que “la tasa de desocupación presenta un incremento estadísticamente significativo”. Sin embargo, para la entidad “los resultados del primer trimestre de 2017 no presentan diferencias estadísticamente significativas en la actividad y el empleo con relación al trimestre anterior”. En otras palabras, el organismo sostiene que, sus datos, no permiten explicar por qué creció el desempleo. El reconocimiento de la incapacidad del instituto para ofrecer una interpretación a los resultados de sus encuestas contrasta con la celebración de las estadísticas económicas y laborales que repiten desde comienzos de año los miembros del gabinete en los medios y sus redes sociales.
El 9,2 por ciento de desempleo registrado entre enero y marzo de 2017 marca un aumento de 1,6 puntos porcentuales contra el último trimestre del año pasado, cuando el indicador marcaba 7,6 por ciento. Los datos muestran que, más allá de la abstención del Indec, el incremento responde a la contracción de las tasas de empleo que pasaron de 41,9 a 41,3 por ciento, o sea que disminuyó la cantidad de personas ocupadas en relación a la población total. En tanto, el nivel de actividad, el número de individuos activos -tienen o buscan trabajo- sobre toda la población mostró una leve variación de 45,3 a 45,5 por ciento. La serie histórica del Indec muestra que durante el primer trimestre del año suele observarse un aumento frente al período anterior. Esta oportunidad no sólo no interrumpió esa lógica sino que marcó el nivel más elevado para un primer trimestre desde 2007.
En ese momento, el desempleo marcó 9,8 por ciento. Era la segunda vez que el relevamiento del Indec no arrojaba una cifra de dos dígitos. La primera había sido el trimestre anterior, el último de 2006, cuando la desocupación marcó 8,7 por ciento. El crecimiento económico, la mejora de los ingresos y la revitalización de las instituciones laborales resultaron en un explosivo proceso de creación de empleo. Después del pico de 25 por ciento alcanzado en 2003, el desempleo cayó hasta 2009. Con la actividad económica resentida por los coletazos de la crisis internacional y el menor dinamismo interno, el impacto sobre el mercado laboral estuvo amortiguado con la intervención directa del Estado evitando despidos y estimulando la demanda interna. Ninguna de esas herramientas forma parte de estrategia oficial vigente que propone impulsar la creación de empleo mediante la reducción de los costos laborales.
El año pasado, la recesión generó un fuerte impacto sobre el empleo registrado, por ejemplo, en actividades industriales que fue parcialmente compensado por la inscripción de nuevos monotributistas como parte de un proceso de regularización de la situación laboral a través de esa modalidad y el empleo público. Por eso, el incremento en la desocupación se explicó por la caída en el poder de compra de los hogares que forzó a que más individuos salgan a buscar empleo sin encontrarlo. Ese proceso estuvo acompañado por un incremento en la subocupación, es decir, la proporción de las personas que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y están dispuestos a hacerlo durante más tiempo. En el primer trimestre del año la subocupación llegó al 9,9 por ciento. Ese guarismo representa a 1.240.000 personas con problemas de empleo (1,73 millones si se proyectan al total de la población urbana). La medición fue la más elevada, para un primer trimestre, desde 2004.
@TomasLukin - Pagina12
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